La represa se alzaba como una monstruosa pared gris contra el cielo nocturno, el rugido constante del agua contenida creando una atmósfera opresiva. En uno de los edificios de control abandonados, Anna, Fernando y Akio extendieron ambos libros sobre una mesa polvorienta.
«El anacrolibrum es la clave,» murmuró Anna, sus dedos trazando las líneas en latín. «Miren cómo los símbolos se corresponden… es como si papá hubiera estado creando un diccionario sin saberlo.»
Fernando señaló una secuencia particular. «Estas runas… no son solo un idioma, son coordenadas. Cada símbolo representa un punto en el espacio y el tiempo.»
El agua golpeaba rítmicamente contra las paredes de la represa mientras descifraban el texto. La luz de sus linternas proyectaba sombras danzantes sobre las páginas amarillentas.
«Lo tengo,» susurró Anna, su voz temblando ligeramente. «El capítulo del 7 de julio.»
Comenzó a leer en voz alta, traduciendo las runas a medida que avanzaba:
«Cuando los astros se alineen en la séptima luna, y las aguas contenidas rompan sus cadenas, Aquello que duerme en las profundidades despertará. La Entidad, que no es una sino muchas, que no está viva ni muerta, emergerá de su prisión acuática…»
Un sonido grave, como el gemido de una ballena distorsionado y amplificado mil veces, hizo vibrar los cristales del edificio. Akio se acercó a la ventana y su rostro palideció.
«Algo… algo se está moviendo en el agua.»
La superficie del embalse burbujeaba como si estuviera hirviendo, y una masa oscura, inmensa, comenzó a emerger. La luz de la luna revelaba una forma que desafiaba toda lógica: tentáculos del tamaño de edificios, cubiertos de símbolos fosforescentes idénticos a los del libro, se alzaban hacia el cielo nocturno.
«La Entidad,» susurró Anna, el libro cayendo de sus manos temblorosas. «No es un lugar… es Algo que ha estado esperando.»
La criatura giró lo que parecía ser una cabeza del tamaño de un barco hacia el edificio. Sus ojos, si es que eran ojos, emitían el mismo resplandor verdoso que habían visto en los animales infectados.
«¡CORRAN!» gritó Fernando, agarrando ambos libros.
Salieron disparados del edificio mientras tentáculos gigantescos se estrellaban contra la estructura, demoliéndola. El sonido de metal retorciéndose y concreto quebrándose se mezclaba con aquel gemido sobrenatural que parecía provenir de todas partes.
La Entidad se arrastraba fuera del embalse, su masa descomunal haciendo temblar la tierra. Los símbolos en su piel pulsaban con una luz cada vez más intensa, y el agua a su alrededor comenzaba a brillar con aquel resplandor verdoso enfermizo.
«¡Por aquí!» gritó Akio, señalando hacia una escalera de emergencia.
Mientras corrían, Anna no pudo evitar mirar atrás. La criatura se alzaba ahora en toda su horrorosa magnitud, su forma desafiando toda comprensión humana. Los símbolos en su piel comenzaron a reorganizarse, formando patrones que dolían a la vista.
El 7 de julio estaba a solo horas de distancia, y lo que fuera que hubiera estado dormido en las profundidades de la represa durante siglos, finalmente había despertado.


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