13º Encuentro con el Yacaré: Una Historia Sobrenatural

El ruido del motor se hizo más claro, y pronto vieron emerger de la oscuridad una lancha desvencijada. Al timón, un hombre mayor con piel curtida por el sol y ojos astutos los observaba.

«¿Son los hijos de Fiodor?» preguntó con voz ronca. «Soy Filemón Bustamante.»

Mientras subían a la embarcación, Anna notó los mismos símbolos del embarcadero grabados en el casco de la lancha, brillando tenuemente bajo la luz de la luna.

«No podemos irnos todavía,» dijo Anna, sosteniendo el diario de su padre. «El libro… necesitamos recuperarlo. Si lo que dice el anacrolibrum es cierto, no podemos dejarlo en sus manos para el 7 de julio.»

Filemón gruñó, pero giró la lancha. «Los símbolos en el agua están cambiando,» dijo, señalando las extrañas fosforescencias que seguían su estela. «La convergencia se acerca.»

Un movimiento en el agua los alertó demasiado tarde. Un yacaré, sus escamas brillando con el mismo resplandor verdoso de la infección, embistió la lancha. Sus ojos, como los de los carpinchos, mostraban una inteligencia antinatural.

«¡Agárrense!» gritó Filemón, maniobrando bruscamente mientras Akio y Fernando usaban los remos para mantener a la bestia a distancia. El yacaré finalmente se sumergió, dejando tras de sí un rastro de fosforescencia enfermiza.

La tienda escondida estaba en penumbras cuando llegaron. Solo dos hermanas estaban allí, moviendo muebles y dibujando símbolos en el suelo para lo que parecía ser una ceremonia.

«La familia se reunirá al amanecer,» murmuraba una, sus movimientos mecánicos como los de una muñeca. «El libro nos guiará.»

No tuvieron opción. Actuando en sincronía, los cuatro redujeron a las hermanas, que cayeron sin emitir un solo sonido, sus rostros manteniendo aquella inquietante serenidad incluso en la inconsciencia.

«El libro está aquí,» dijo Anna, sintiendo su vibración antes de verlo. Lo encontraron oculto bajo el altar, su cubierta pulsando con aquella luz verdosa.

«Ahora, a la Entidad,» dijo Filemón mientras regresaban a la lancha. «En las ruinas de las antiguas misiones, hay un lugar donde los símbolos son más antiguos que el tiempo mismo. Allí podremos comparar las runas y descifrar los textos en latín antes de que sea demasiado tarde.»

La lancha se deslizó río arriba hacia Misiones, mientras el libro vibraba en sus manos como algo vivo. En la distancia, los loros seguían gritando sus advertencias, y el cielo comenzaba a teñirse con los primeros rayos del alba. El tiempo se agotaba, y las respuestas esperaban en las ruinas de un pasado que se negaba a morir.

Los ojos de Anna se posaron en el símbolo del círculo con el punto central y los cuatro rayos. Ya no parecía solo un dibujo en una página, sino una ventana a algo más antiguo y terrible de lo que habían imaginado. Y en algún lugar adelante, entre las ruinas de las misiones, las respuestas los esperaban.

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