
Llevo en el trabajo un bolígrafo que pinta en color naranja. Lo hago por varios motivos que solo tienen sentido en mi cabeza, pero uno de ellos es conocer a la gente. De cada 20 personas que se lo presto, la mayoría no le hace ni caso o no dice nada, a siete les encanta y una me pide otro bolígrafo. Esta pequeña estadística personal me llevó a reflexionar sobre las constantes humanas y cómo la inteligencia artificial podría influir en nuestro comportamiento futuro.
El ser humano es una máquina perfectamente evolucionada para desarrollarse en la escasez y la adversidad. Sin embargo, nos encontramos en el umbral de una nueva era. En los próximos cinco años, si todo va bien y no ocurre una catástrofe, se producirá una explosión de bienestar en la vida humana que culminará todo lo iniciado en los sistemas construidos por el ser humano en el siglo XX. La pregunta es: ¿nuestro cuerpo y nuestro cerebro serán capaces de soportar tanta facilidad?
Creo firmemente que sí. No solo porque la tecnología y la ciencia se adaptarán mucho más rápido a estos nuevos conocimientos, proporcionando aplicaciones precisas y económicas en tiempo récord, sino porque también tendremos ayudantes sintéticos que nos entrenarán y ayudarán a mejorar. Será una colaboración competitiva que nos hará mejores y más adaptados.
La IA no nos quita trabajo; más bien, nos permite dedicarle más tiempo a tareas más complejas y nos ofrece nuevas perspectivas, haciéndolo todo más cómodo. Es como correr o ir en bicicleta: todo depende de cómo te lo tomes y de tu interés personal por llegar más lejos. Y eso es algo imperturbable en el tiempo.
Sin embargo, es importante recordar que la tecnología no puede cambiar la naturaleza humana fundamental. El historiador económico italiano Carlo Cipolla nos recuerda esto con sus «Leyes fundamentales de la estupidez humana», presentadas en su ensayo «Allegro ma non troppo» de 1976. Estas leyes, aunque presentadas de manera humorística, ofrecen una reflexión profunda sobre la irracionalidad y el comportamiento humano.
- Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación.
- Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
- Tercera Ley Fundamental (la Ley de Oro): Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, a la vez, un provecho para sí o incluso sufriendo una pérdida.
- Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de las personas estúpidas. En particular, los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos resulta infaliblemente en un costo para ellos mismos.
- Quinta Ley Fundamental: Una persona estúpida es el tipo más peligroso de persona.
Cipolla clasifica a las personas en cuatro grupos basados en sus acciones y sus consecuencias:
- Inteligentes: Aquellos cuyas acciones benefician tanto a ellos mismos como a los demás.
- Desgraciados o Infortunados (o Incautos): Aquellos cuyas acciones benefician a otros a costa de ellos mismos.
- Malvados: Aquellos cuyas acciones benefician a ellos mismos a costa de los demás.
- Estúpidos: Aquellos cuyas acciones perjudican a los demás y a sí mismos.
El trabajo de Cipolla sugiere que la estupidez es una fuerza poderosa y subestimada en la sociedad, en la que las inteligencias sintéticas poco influirán. Esto nos lleva a otra reflexión importante: el papel de las redes sociales en la amplificación de voces poco informadas. Como dijo Umberto Eco: «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los necios.»
En conclusión, mientras nos adentramos en esta nueva era de colaboración con la IA, debemos mantener un equilibrio entre aprovechar sus beneficios y no perder de vista nuestra humanidad fundamental. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones y trabajar para superarlas, sin olvidar nunca nuestra responsabilidad de no amplificar la estupidez.
Como dijo HAL 9000 en «2001: Una odisea del espacio»: «Lo siento, Dave. Me temo que no puedo hacer eso.» Tal vez la verdadera inteligencia, tanto humana como artificial, radica en saber cuándo decir que no y en reconocer nuestros propios límites.
P.D.: Disculpen si las publicaciones disminuyen en frecuencia próximamente. Tengo un examen en puerta y, como todos sabemos, incluso en la era de la IA, algunas cosas requieren nuestro tiempo y dedicación personal.


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