
Los otros días fui a vender un televisor a una tienda de estas que te compran de segunda mano. No esperaba obtener mucho por él, pero me ofrecieron 10€. Aunque tenía la alternativa de venderlo por internet, el aburrimiento que me provoca el regateo y cuadrar horarios con el comprador me hacen que no me compense. El caso es que por esa ridícula cifra me dije a mí mismo que antes lo regalo, salí a la calle y cuando iba por la calle Mármoles abajo me dije que esa tele no volvía a casa. Y vi a un hombre mirando al sol con cara tristona y aspecto melancólico y le pregunté si quería una televisión. El hombre al principio no entendió lo que le quería decir, le repetí la pregunta y me dijo que “sí”. Se la di y se le cambió la cara, empezó a sonreír, le di el mando y salió corriendo con su inesperado regalo. Para lo que a mí no fue nada, para él fue todo en ese día. Para mí el acto no tenía valor, aunque ver cómo cambió la cara y se fue sonriendo y contento me valió todo. Y él se fue con una cara de alegría cuando no esperaba nada cuando miraba al infinito en esa esquina.
El todo y la nada, una de las partes que más me gusta de la física, tiene que ver con el premio Nobel otorgado este año a los investigadores que descubrieron el campo de Higgs. Los átomos están llenos de prácticamente nada, tienen tanto espacio libre entre ellos que no hay nada. Y sin embargo esa consistencia total que dan a toda la materia la proporciona el campo de Higgs, que les da masa a las partículas.
En el universo, por ejemplo, nuestra galaxia va a chocar dentro de miles de millones de años con la galaxia de Andrómeda y no pasará prácticamente nada porque el espacio entre los sistemas estelares es tal que cuando se fusionen es muy poco probable que haya choques y sin embargo se convertirán en un gran todo.
Todo es tan relativo, tan de perspectiva, que a veces olvidamos que lo que para nosotros es insignificante, para otros puede ser un tesoro. Y que lo que para nosotros es un problema, para otros puede ser una oportunidad. Y que lo que para nosotros es una realidad, para otros puede ser una ilusión. La física nos enseña que el mundo no es como lo vemos, sino como lo interpretamos. Y que la belleza y el valor de las cosas no están en ellas mismas, sino en los ojos que las miran. Por eso, debemos ser humildes y generosos, y no juzgar ni despreciar lo que no entendemos o no compartimos. Porque al final, todo y nada son solo palabras que intentan describir lo indescriptible.


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