9º La Verdadera Naturaleza de la Identidad

«Cuestionando nuestra identidad…» repitió Anna en voz baja, mientras un escalofrío le recorría la espalda. Los símbolos en las paredes de la tienda parecían pulsar con cada palabra del líder, como si respondieran a su voz.

«¿Y qué pasa si no queremos cuestionar nuestra identidad?» preguntó Fernando, su voz firme a pesar del miedo que Anna podía percibir en sus ojos.

El líder sonrió, pero era una sonrisa vacía, como la de los hermanos durante el desayuno. «La identidad es una ilusión que nos mantiene separados de la verdad. Como los árboles infectados, debemos permitir que algo mayor nos transforme.»

Anna notó entonces que el libro sobre la mesa había comenzado a vibrar sutilmente. Las páginas emitían un zumbido casi imperceptible, como el murmullo de miles de voces susurrando a la vez.

«Los símbolos del anacrolibrum…» murmuró Anna, conectando puntos en su mente. «No eran advertencias sobre el fin del mundo, ¿verdad? Eran instrucciones para provocarlo.»

El líder se inclinó hacia adelante, y la luz pareció distorsionarse alrededor de su figura. «El fin y el principio son lo mismo cuando se comprende la verdadera naturaleza de la realidad. Como les mostré en el libro, el futuro ya está escrito… porque nosotros lo escribiremos.»

Akio, que había estado observando las sombras moverse de forma antinatural en las esquinas de la habitación, habló con voz tensa: «Los menonitas… ellos no saben lo que realmente está pasando aquí, ¿cierto? Son solo una fachada.»

«Son guardianes inconscientes,» respondió el líder, acariciando la cubierta del libro. «Como los árboles que marcan los puntos de poder, ellos mantienen este lugar… preparado. Su simplicidad y devoción crean el ambiente perfecto para lo que debe suceder.»

Las paredes de la tienda parecieron contraerse, como si respiraran. El olor metálico se intensificó, mezclándose con algo más antiguo y terroso.

«El 7 de julio…» susurró Anna, recordando la imagen apocalíptica. «No es una profecía de destrucción, es una fecha de convergencia. Como las que mencionaba mi padre en sus notas.»

El líder se levantó lentamente, y su sombra en la pared parecía moverse con un ligero retraso respecto a sus movimientos. «Tu padre entendió demasiado tarde el verdadero propósito del anacrolibrum. Pero ustedes…» su sonrisa se ensanchó de forma imposible, «ustedes serán parte de algo mucho más grande.»

El engranaje del libro comenzó a girar por sí solo, y las páginas se agitaron como si fueran movidas por un viento inexistente. Anna notó que los símbolos en las paredes comenzaban a confluir hacia el centro de la habitación, formando patrones que dolían a la vista.

«No somos los primeros que han intentado escapar, ¿verdad?» preguntó Anna, mientras sentía que la realidad misma comenzaba a doblarse alrededor de ellos.

«Nadie escapa de su destino,» respondió el líder, mientras las sombras se espesaban y el aire se volvía denso como mercurio. «Y su destino es ser los catalizadores del cambio. Las llaves que abrirán la puerta.»

El suelo bajo sus pies comenzó a vibrar, y Anna supo que tenían que actuar rápido. El fanatismo del líder no era más que la superficie de algo mucho más terrible y antiguo que estaba despertando, y ellos estaban atrapados en el centro de su despertar.

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