
La expedición Oumuamua llevaba meses preparándose para el encuentro con el misterioso objeto espacial que había sido detectado por primera vez en 2017. Se trataba de una oportunidad única para estudiar un visitante interestelar que parecía tener una forma alargada y una trayectoria hiperbólica. Los científicos esperaban obtener datos valiosos sobre su origen, composición y estructura.
La nave espacial se acercó al objeto con cautela, ajustando su velocidad y orientación para sincronizarse con su movimiento. Los instrumentos de a bordo empezaron a enviar imágenes y mediciones al centro de control en la Tierra. El objeto tenía unos 800 metros de largo y unos 80 de ancho, y estaba cubierto por una capa de polvo y hielo que reflejaba la luz del Sol. Pero lo que más llamó la atención fue que emitía una señal de radio débil pero constante, que parecía tener un patrón regular.
- ¿Qué es eso? -preguntó el comandante de la misión, sorprendido.
- No lo sé, parece una especie de código -respondió el experto en comunicaciones, intrigado.
- ¿Podría ser una señal de inteligencia artificial? -sugirió el ingeniero, emocionado.
- No lo creo, es demasiado simple y repetitivo -opinó el astrofísico, escéptico.
La nave se acercó más al objeto, hasta quedar a unos 100 metros de distancia. Entonces, activó un brazo robótico equipado con una sonda que perforaría la superficie del objeto para extraer una muestra. La sonda se clavó en el polvo y el hielo con facilidad, pero al llegar a la capa inferior se encontró con una resistencia inesperada. El material que había debajo era duro como el acero y denso como el plomo. La sonda intentó aumentar la presión, pero solo consiguió hacer una pequeña mella.
- ¿Qué pasa? -preguntó el comandante, impaciente.
- No puedo penetrar el material, es demasiado duro -informó el operador del brazo robótico, frustrado.
- Intenta mover la sonda a otro punto -ordenó el comandante.
El brazo robótico se desplazó unos metros a lo largo del objeto, buscando un lugar más blando. Pero al hacerlo, rozó accidentalmente una zona que parecía tener una forma diferente al resto. Era como una protuberancia circular con un agujero en el centro. Al tocarla, se produjo un destello de luz y la señal de radio se intensificó.
- ¡Cuidado! -exclamó el comandante, alarmado.
- ¿Qué ha pasado? -preguntó el operador del brazo robótico, confundido.
- No lo sé, pero algo ha cambiado -respondió el comandante.
En ese momento, los astronautas empezaron a sentir un mareo y una sensación de vértigo. Sus ojos se nublaron y sus oídos se llenaron de un zumbido. Empezaron a ver imágenes extrañas en sus mentes: paisajes desconocidos, criaturas extrañas, símbolos incomprensibles. Era como si el objeto les estuviera transmitiendo sus recuerdos o sus sueños.
- ¿Qué nos está pasando? -preguntó el ingeniero, asustado.
- No lo sé, pero creo que tiene que ver con el objeto -respondió el astrofísico, aturdido.
- ¿Será una forma de comunicación? -sugirió el experto en comunicaciones, fascinado.
- O tal vez una forma de ataque -temió el comandante.
Los astronautas intentaron resistir la influencia del objeto, pero era demasiado fuerte. Se sintieron invadidos por una presencia ajena que les hacía perder el control de sus pensamientos y emociones. Algunos empezaron a llorar, otros a reír y otros a gritar. El objeto les estaba mostrando algo que no podían comprender ni soportar.
La nave espacial empezó a perder el contacto con el centro de control en la Tierra. Las comunicaciones se volvieron inestables y distorsionadas. El objeto espacial parecía interferir con los sistemas de la nave, causando fallos y anomalías. Los astronautas se sintieron cada vez más aislados y desesperados.
- Tenemos que alejarnos de aquí -dijo el comandante, tratando de recuperar el sentido común.
- ¿Cómo? El brazo robótico está enganchado al objeto -dijo el operador del brazo robótico, angustiado.
- Corta el cable -ordenó el comandante.
- ¿Estás seguro? Perderemos la sonda y la muestra -dijo el operador del brazo robótico, dudando.
- No importa, es nuestra única opción -insistió el comandante.
El operador del brazo robótico accionó un mecanismo que cortó el cable que unía la sonda con la nave. La sonda quedó atrapada en el objeto espacial, mientras que el brazo robótico se replegó hacia la nave. El comandante activó los propulsores para alejar la nave del objeto, pero no fue suficiente. El objeto parecía ejercer una fuerza de atracción sobre la nave, impidiendo que se separara.
- No funciona, nos está reteniendo -dijo el comandante, frustrado.
- ¿Qué podemos hacer? -preguntó el ingeniero, nervioso.
- Quizás podamos usar el motor principal para escapar -sugirió el astrofísico, esperanzado.
- Es arriesgado, podríamos dañar la nave o salirnos de la órbita -advirtió el experto en comunicaciones, preocupado.
El comandante pensó unos segundos y tomó una decisión. Era su última oportunidad para salvar a su tripulación y a sí mismo. Activó el motor principal de la nave, liberando una potente ráfaga de combustible que impulsó la nave hacia adelante. La nave se sacudió violentamente y los astronautas se agarraron a sus asientos. El objeto espacial se resistió a soltar su presa, pero finalmente cedió ante la fuerza superior de la nave. La nave se alejó del objeto, dejando atrás una estela de fuego y humo.
- Lo hemos logrado, nos hemos librado -dijo el comandante, aliviado.
- ¿Estamos bien? -preguntó el ingeniero, tembloroso.
- Creo que sí, los sistemas parecen estabilizarse -respondió el astrofísico, revisando los paneles de control.
- ¿Y las comunicaciones? -preguntó el experto en comunicaciones, ansioso.
- Todavía no hay respuesta del centro de control -respondió el comandante, preocupado.
Los astronautas miraron por las ventanas de la nave y vieron al objeto espacial alejarse lentamente. Ya no emitía ninguna señal de radio ni ninguna luz. Parecía un simple trozo de metal flotando en el vacío. Pero los astronautas sabían que no era así. Sabían que habían estado frente a algo increíble y terrible. Algo que les había cambiado para siempre.
FIN

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