Malos Vendedores II (las naciones)

El miedo al fracaso es quizás el mayor obstáculo que enfrenta cualquier emprendedor. Como vendedor, hay que asumir una verdad fundamental: por cada «sí» que recibimos, nos encontraremos con múltiples «no». Pero, ¿no es esta realidad inherente a cualquier empresa? Incluso los dioses grecolatinos, con todo su poder, fracasaban en muchas de sus aventuras.

El fracaso es una parte sustancial de la vida que debemos aceptar. Sin embargo, nuestra sociedad moderna parece desarrollar cada vez menos tolerancia hacia él, cultivando una sensibilidad excesiva ante los reveses. En un mundo globalizado, caracterizado por una competencia feroz y ciudades en constante crecimiento que atraen a personas dispuestas a darlo todo, resulta indispensable desarrollar una mentalidad donde el fracaso no se convierta en una losa que lastre nuestro ánimo y futuro profesional.

Las dos superpotencias actuales ofrecen perspectivas contrastantes sobre este tema. Estados Unidos representa un extremo donde el fracaso se ve como parte del proceso: los emprendedores inician empresas una y otra vez hasta dar con la fórmula correcta. Aunque muchos quedan en el camino, existe un ecosistema que permite a quienes tienen visión y determinación seguir intentándolo hasta encontrar el momento y sector adecuados.

En el otro extremo, la cultura asiática aborda el fracaso desde una perspectiva radicalmente diferente: simplemente no es una opción. Desde temprana edad, bajo la influencia de las conocidas «madres dragón», se inculca una disciplina férrea. Cuando se embarcan en una aventura empresarial, lo hacen con una dedicación total, aunque esto también tiene su lado oscuro, como evidencian los proyectos gubernamentales fallidos que quedan ocultos: ciudades fantasma y gigantes económicos con pies de barro.

Entre estos dos extremos nos encontramos nosotros, herederos de los fenicios y de múltiples culturas comerciantes. Nuestra historia está marcada por empresas aventureras que construyeron un vasto imperio y expandieron nuestra cultura por el mundo. Sin embargo, el fortalecimiento de una oligarquía del antiguo régimen fue apagando gradualmente este espíritu emprendedor, favoreciendo posiciones seguras y el enriquecimiento rápido.

Lo que necesitamos hoy es un cambio integral: una legislación que no solo facilite el emprendimiento inicial, sino que contemple segundas y terceras oportunidades. Debemos educar desde la escuela que lo verdaderamente importante es el camino, la capacidad de perseguir metas y levantarse tras cada caída. El éxito puede llegar a través de la persistencia, la creatividad y la inteligencia, sabiendo que llegará el momento adecuado para estar en el lugar correcto.

El mundo evoluciona hacia mejor y cada vez más personas tendrán la oportunidad de intentar hacer realidad sus sueños, entendiendo que el fracaso es solo temporal. El tiempo avanza inexorablemente, y cada uno tendrá su momento de gloria, independientemente de donde se encuentre.

 

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